Sobre el escenario del Teatro Rosita Ávila, muy cómodo, cobijado por una platea interesada y generosa, Tute explicó los cómo y los por qué de “Ensayo para mi muerte”. Luego se quedó largo rato en el hall, firmando ejemplares de esta novela gráfica profunda y reflexiva, en la que Tute no se guardó nada hablando del más universal de los temas: la vida misma y su final.
El día después es en el lobby del hotel, durante una siesta tan plomiza que el cielo amenaza con venirse abajo de un momento a otro. En pocas horas Tute dejará la escala Tucumán de su gira, pero hay tiempo para la charla con LA GACETA. Una conversación que partirá desde el corazón de “Ensayo para mi muerte” hasta terminar en la realidad de un país que el historietista y humorista gráfico -entre otras ocupaciones- califica de trágica.
- Hablando del libro y de su título, va una pregunta que por lo general queda al final de las entrevistas. ¿Qué pensás que pasa cuando se apaga la luz y termina todo?
- Algo de lo que no se ocupa el libro es justamente de eso, porque pone el foco al revés, en todo lo que pasa antes de que suceda eso. De hecho, tomé una vieja frase clásica del latín que es dum vivimus vivamus; significa “mientras vivimos, vivamos”. Esto es de lo que se ocupa el libro, de la vida; es decir, de la muerte como motor para pensar la existencia. No se preocupa por el después porque en torno al tema no tengo ninguna fantasía, ninguna creencia religiosa que me asista, ni siquiera una fe poética.
- ¿Le tenés miedo?
- Por supuesto. Miedo a la muerte, no al después de la muerte. El libro plantea la idea de que la muerte no le pertenece a los muertos, que la muerte es de los vivos. Y el asunto es qué hacemos nosotros, los que nos quedamos, cuando perdemos seres queridos, cuando nos enfrentamos a la muerte ajena. El libro también plantea, a través de un personaje, que no hay muerte más propia que la ajena. Esta es la posibilidad que tenemos de pensar nuestra propia muerte.
Tute llega para presentar “Ensayo para mi muerte”- ¿En qué momento sentiste que este era el tema sobre el que tenías que trabajar?
- Surgió a partir de la necesidad de trabajar una imagen, que es la de una persona sin vida en el suelo, y no es cualquier persona, es mi hermano. Esa imagen me acompañó y me atormentó durante un tiempo, me quedó grabada en la cabeza y en el corazón. Sentí que tenía que hacer algo con eso, transmutar esa imagen en otra cosa. Aproveché la herramienta que me dan el dibujo, la historieta, para sublimar esa imagen y convertirla en otra cosa. Digo que hice este libro alrededor de una imagen. Al principio, el muerto estaba vivo. Fui encontrando el libro de a poco, pero lo que sí tenía claro es que tenía que trabajar esa imagen.
- Mientras escribías y dibujabas, ¿qué fuiste encontrando sobre vos?
- Lo veo parecido a lo que seguramente le sucede a un escultor que agarra un bloque de piedra y tiene que ir encontrando la figura que hay dentro. En el camino me fui encontrando con preguntas sobre mi propia muerte. Me despertó una idea que ya tenía, pero que seguí trabajando, que es cómo dejamos organizadas las cosas frente a la muerte, que es una realidad ineludible. La sensación es que vivimos como si fuéramos inmortales, aun sabiendo que no lo somos. Esto tiene un deadline. Me hizo pensar: “empecemos a dejar las cosas organizadas que nunca se sabe cuándo sucede”.
- No debió ser fácil terminarlo...
- Cuando lo cerré me parecía que este libro podía ser infinito. Encontré un personaje, pero me quedé con la sensación de que podía haber sido de otra manera. No estaba del todo seguro. Pasaron unas semanas y tuve una devolución muy buena de un amigo que, por supuesto, sabía cuál era el origen del libro. “Qué lindo que hayas encontrado ese personaje para concluir”, me dijo en un audio. No había sido consciente de lo que había generado. Tuve que volver, hojear mi propio libro y me encontré con ese personaje que es el mago del tiempo, el tutor del descanso. A partir de ese audio y de releer ese último tramo advertí que estaba bien cerrado.
- Hay elementos que se repiten en tu obra, ligados a la literatura, la filosofía, la música. ¿Dónde se encuentran aquí?
- Hay de todo. Hay homenajes a mi viejo (el inolvidable Caloi), con una hinchada que empieza cantando la canción de Clemente. Está mi gusto por lo folclórico; hay una especie de gaucho que aparece y recita en décimas. Siempre están mis berretines y mis obsesiones. Me acompaña, por supuesto, la poesía permanentemente. Aparece un poeta shakespeariano que recita y después pasa la gorra. Hay un psicoanalista que aparece para interpretar al finado. Está la cuestión del tiempo, con el mago que provee la distancia necesaria frente a un episodio como la muerte de un ser querido. Aparece el fútbol, aparece el amor; por supuesto, aparecen Mabel y Rubén, que se separan frente al muerto y se reconcilian luego. Uno en el arte crea a partir del universo de sus intereses.
- ¿Qué te da la novela gráfica? La definición de “literatura dibujada” de Oscar Masotta parece haber quedado lejos.
- Nunca me gustó del todo la definición. No me gusta porque la historieta es en sí misma autosuficiente, no necesita ni hablar de ilustración ni hablar de literatura, porque es las dos cosas mezcladas. Tiene su propio lenguaje, sus propias reglas internas y su contacto con el pueblo, porque todo el mundo decodifica rápidamente lo que es el lenguaje de la historieta. No es ni literatura ni ilustración, porque además la historieta puede ser muda. ¿Y dónde está la literatura ahí? Es un lenguaje en sí mismo, tan potente como el cine, como la literatura, como la ilustración, la pintura. Lo que hace la novela gráfica es armar un género muy claro para la gente, que sabe lo que va a encontrar.
- ¿Cómo te llevás con el dibujo y con la evolución de su estilo con el paso del tiempo?
- Encontré puertas que se van abriendo. Una es, por ejemplo, poder dibujarme y dibujar a quien quiero y que sea reconocible, lo más parecido a la caricatura. En 2019, cuando sentí la necesidad de dibujar la relación con mi viejo, desde mi nacimiento hasta su muerte, me vi tentado a dibujarnos para que tuviera más potencia. Encontré que podía hacerlo y fue como una puerta que se abrió y que no existía previamente. A partir de eso empecé a dibujarme a mí mismo, por ejemplo en la tira de Mabel y Rubén. Se van abriendo cosas nuevas, inaugurando espacios. Sin ser un gran dibujante, siento que utilizo el dibujo como una herramienta para expresar las cosas que necesito. Por eso, cuando sentí la necesidad de dibujar a mi viejo, de dibujarme a mí, de dibujar a mi vieja, a mis hermanos, al Negro Fontanarrosa, a Quino, lo conseguí.
- Escribís, dibujás, hace divulgación, hacés música. ¿Cómo vas planificando esta vida artística?
- Soy muy cuidadoso para elegir proyectos. Y a la vez me lleno de proyectos. También soy un diletante. Y un apasionado. Ahora estoy presentando este libro por todos lados, mientras pienso en continuar el libro que interrumpí para hacer este. Es una novela gráfica de más largo aliento, son como 300 páginas. Terminé de escribir una serie con dos amigos y la presentamos a plataformas. Escribí una película que quedó ahí, en el tintero. Tengo un puñado de canciones con las que quiero hacer un nuevo disco. Estoy pensando un programa de televisión. Son dos millones de proyectos. Me dan ganas de hacer tantas cosas que no me alcanza la vida. Esa es la realidad. Soy un inquieto. Pero me organizo para incluso tener tiempo para el descanso.
- ¿Cómo estás viviendo el momento cultural y político del país?
- Con mucha preocupación. Y también con esperanza frente a las elecciones. Espero que tomemos conciencia y corrijamos el rumbo. Lo interesante de estas elecciones de medio término es que si el pueblo eligió a este presidente y este modelo, tenga la posibilidad de reflexionar y hacerle un llamado de atención. Espero que el pueblo reaccione y, sobre todo, que logre reaccionar también este presidente que no parece ser muy proclive a los llamados de atención. Y después, de cara ya más a largo plazo, a 2027, espero que corrijamos definitivamente el rumbo del país y podamos pensar en un modelo más inclusivo. Que se ocupe hoy de la gente, sobre todo de los que están más golpeados, de los que históricamente fueron olvidados. Revertir esta situación que me parece ya trágica. Mucha gente que estaba tecleando cayó directamente en la pobreza y los que ya eran pobres, en la indigencia. No paro de ver gente en la calle, cada vez se naturaliza más ese paisaje. Hace falta una reacción, una gran reacción popular.
- ¿Hacia dónde?
- Hay algo que es tan elemental y tan olvidado que parece mentira. Ya no se habla de la felicidad del pueblo. Lo que era, por ejemplo, un eje central del peronismo. ¡Cómo queda tan lejos esa idea! Ya es una abstracción total. Y yo creo que hay que volver a eso, hay que volver a poner eso en el centro, que la preocupación central sea que el pueblo esté feliz.